Título original: The High and the Mighty
Año: 1954
Duración: 147 min.
País: Estados Unidos
Dirección: William A. Wellman
Con: John Wayne, Claire Trevor, Laraine Day, Robeert Stack, Jan Sterling, Phil Harris
Grado: B+
Reseña: Hugo C
La década del 70 abundó en películas del llamado "cine catástrofe": edificios en llamas, barcos que daban una vuelta de campana, terremotos, abejas asesinas y por supuesto, aviones que se enfrentaban a diversas adversidades: explosivos a bordo, el choque con otro avión, monjitas que tocaban la guitarra, etcétera. Sin embargo, mucho antes de la serie de películas que comenzó con Airport (1970) y terminó con la desenfrenada parodia que es Airplane! (1982), hubo otra película con un avión enfrentándose a la catástrofe, y esa fue, por supuesto, The High and the Mighty (1954), con un reparto estelar del cual sólo conozco a John Wayne –y a un jovencísimo Robert Stack, en sus años previos a la TV.
John Wayne (nacido Marion Morrison) fue un actor que se dedicó exitosamente a las películas del género western, es decir, de cowboys. Alguna que otra vez participó en películas de otros géneros, como Hatari! (1962), McQ (1974), o por supuesto, la película de hoy. Personalmente, esas incursiones de Wayne por fuera de su género regular me resultan muy gratificantes, a pesar de que se trata de un actor con un registro limitado: John Wayne hace siempre de John Wayne.
Hay, además, un reparto supuestamente multiestelar de pasajeros y tripulación. Digo supuestamente porque, como ya he dicho, no reconozco a nadie. No están ni Charlie Chaplin ni Don Ameche, que son los únicos que reconocería en una película tan vieja.
En cuanto al apartado técnico, hay que recordar que esta película ronda ya los 70 años, así que no hay CGI, ni efectos especiales ni maquetitas decentes. La cabina del piloto son dos sillas, el avión es una habitación con asientos. Hay un avioncito de lata colgado de un piolín que nos muestran cada 20 minutos, siempre desde el mismo ángulo. Y con estas sombras chinescas nos entretienen durante casi dos horas y media. Si se hiciese una remake de The High and the Mighty en 2021, seguramente comenzaría con un choque de aviones a todo trapo, aunque fuese hecho con miniaturas o en una PC con Windows XP y Adobe After Effects. Acá, ponemos a un actor a decir: "¡Uy, sí! ¡fue tremendo, y hubo mucho fuego!" y ya está. Es lo que hay.
Y luego está la cuestión de las edades, algo que le puede resultar chocante o incluso irrisorio al espectador actual. Uno se escandaliza por los adolescentes treintañeros de Dawson's Creek, pero por aquellos años era comun que los actores interpretasen a personajes de menor edad; no solamente los "niños" en las películas escolares tenían edad suficiente para ir a la guerra, sino que hombres y mujeres de más de 40 solían hacer de veinteañeros, de modo tal que los "cuarentones" de la pantalla no eran sino –si teníamos suerte– septuagenarios. Es así como al principio de esta pelicula vemos a una señora de 40 declarar 30 años de edad y a un señor de al menos 60 años decir que tiene 38, sin que a nadie se le caiga la cara de vergüenza o estalle en carcajadas. Así que, aviso para quien vea The High and the Mighty por primera vez: no es una broma, se supone que tenemos que creérnoslo. Esto de los viejos jugando a ser jóvenes es muy de la época, como esos dormitorios de las series de TV que tenían dos camitas individuales en lugar de una cama matrimonial.
¿Y de qué va la historia? Tenemos a Dan Roman, un piloto que se vio envuelto en un accidente de avión que costó no sólo la vida de todos sus pasajeros sino de su esposa e hijo, y ahora, por las circuntancias sin las cuales no existiría esta película, se ve envuelto en otro potencial accidente que podría costar la vida de todo el pasaje, esta vez en medio del océano, cuando uno de los motores se daña y, según parece, el combustible no será suficiente para llegar a destino. ¿Qué pasará? ¿Morirán todos horriblemente, o zafarán? ¿Ustedes qué creen?
SPOILER: al final el combustible alcanza y aterrizan sin problemas. En un momento dado, el piloto joven se atolondra, pero John Wayne le asesta un par de sonoras bofetadas y el tipo recupera su sangre fría. El encargado de los efectos visuales descuelga el avioncito de lata y lo guarda para la próxima película.
Y eso es todo. Aún así, la película fue exitosa y eventualmente se convirtió en el modelo sobre el cual se harían los guiones de las películas del género un par de décadas más tarde.
Esta reseña ha sido previamente publicada en el blog La espada salvaje de Betina.